sábado, diciembre 15, 2007

tardes de verano

Cuando era pequeña me gustaba salir al jardín mientras llovía, sentir la omnipotencia del cielo caer sobre mi rostro. Me paraba sobre el pasto largo, lo dejaba entremeterse por los dedos, aspiraba con fuerza para llenar los pulmones de ésa atmósfera a tierra mojada, a hierba viva, y esperaba a empaparme. Podía poner la panza contra en suelo, la lluvia sobre la espalda masajeaba y removía rencores, mientras observaba catatónicamente el caer y rebotar de las gotas, ver como cada una desaparecía, pensaba que después de haber viajado algunos kilómetros seguramente ellas podían contar grandes historias. Saltaba mucho al tiempo en que la lluvia arreciaba porque me sentía parte del baile, del rito de la naturaleza de dejarse caer, meneaba la cabeza aleatoriamente solo por sentir los rizos escurriendo sobre todo el cuerpo, como las nubes sobre mi jardín. Luego, cuando el frío calaba después de conformarme con que no volvería a llover, subía las escaleras y directito a la regadera. El agua caliente me parecía tan diferente, las gotas, que aunque también iban de arriba a abajo y sobre mi cabeza, tan dirigidas, tan iguales, nunca provocaron lo mismo en mi.









Tu me haces sentir como bajo la lluvia.

miércoles, diciembre 05, 2007

Un momento después

Un paso delante del otro, siempre hacia adelante... entonces me doy cuenta que no existe dirección, no hay adelante, ni atrás, ni arriba, abajo, afuera, adentro, no existo en ningún momento ni en ningún espacio, no soy. Unos segundos después, que por cierto no existieron, creo saber que pasa y doy otro paso, uno siempre delante del otro.





Me miro al espejo, reconozco este rostro que caracteriza a mi individual persona, miro al espejo con estos ojos que nacieron junto conmigo, miro la piel y me doy cuenta que no hay individuo, que llevo mas de mil mudas de células y que no tengo ni la menor idea de lo que significa "persona". Unos parpadeos después, que por cierto no existieron, creo saber que pasa y sigo pintándome las pestañas.




Una mordida, masticar, una mordida mas grande, vuelvo a masticar. Puedo sentir como se tritura la comida entre mis dientes, la comida que es mía porque a mi me la sirvieron hace un rato, una rato en el apenas pude consentir qué me apetecía comer. Pienso en el exquisito sabor que penetra en mi boca, se disuelve, se atenúa, desaparece...entonces me doy cuenta que no estoy satisfecha, que querré volver a morder, que se va a acabar, que siempre será igual. Unos bocados después, que por cierto no existieron, creo saber que pasa, abro la boca e introduzco otro pedazo.




Te miro lentamente, recorro tu silueta con la mirada de quien adora mirarte. Entonces me doy cuenta de ti, sé quien eres y después de todo quiero pensar que no lo eres, no existes, no eres, no hay tu ni hay yo, estas aquí porque igual que yo pretendemos satisfacer una nada, un algo efímero, creo estar a tu lado siempre. Unos besos después, que por cierto no existieron, creo saber que pasa y te pido otro beso.




Inhalo despacio, dejo que el humo llene mis pulmones, lentamente sube hasta el cerebro que se deja penetrar por el, siento libertad, puedo pensar mas allá de los limites de mi propia verdad. Entonces me doy cuenta que nunca hubo limites, que estoy cansada, que me cuesta trabajo enfocarme, no hay verdades, el mundo está para todos y para nadie, no hay objeto en esto, no hay. Un momento después, que por cierto no existió, creo saber que pasa y le doy otro jalón.

Libélulas tornasol

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