No hay amarguras que no se laven con los besos de la Luna, mujer hermosa. Y es que llegaste a mi vida en un momento de tanta soledad compartida, de tantas caricias vacías, de tantos colores donde ni uno solo me arropaba por las noches. Despertar a tu lado me ha rescatado del sueño ajeno, soñandome tuya. Una vez quiero dejarme llevar por la corriente, por la marea que crece con tu poder, Luna mía. No hay conjuro mágico que determine la forma de la sonrisa, pero hay palabras encantadoras que erizan mi piel, que dejan ver mágicos destellos de tu alma, revolcándose con la mía en la cama sin tiempo, bajo una palmera. Quiero volar contigo, volver y decir que me encantas, y si así no fuera, volver y decir que fuí demasiado felíz compartiendo el cielo contigo, deslizándome en tu piel blanca, suavidad. No voy a mentirte, juro por todo lo que me hace ser, que de mi delgada boca nunca saldrán texturas falsas, voy a hacerte felíz cuantos átomos forman mi deseo por ti, conjugación, dos plásmidos citoplásmáticos compartiéndose vida. Te cobijo con mis estrellas Luna mía, cada noche arropadas con las cálidas verdades, el tiempo hará de las suyas.